¿Sistemas o ecosistemas?
Artículo publicado en el diario El Mundo.
Es difícil apuntar cuáles son las ideas centrales en materia de innovación, un asunto que inunda periódicos y publicaciones especializadas. Y por ello quizá el primer gesto de grandeza consista en ser humildes porque la innovación es un fenómeno complejo, tanto en la práctica como en la política. Reflejando esta complejidad, nace ya en los años 80 el concepto de ‘sistema de innovación’.
Luke Georgiou, responsable de la evaluación reciente del sistema nacional de innovación español facilitada por la Comisión Europea, definía de manera sintética un sistema como conocimiento, capital humano y financiero «intermediado por instituciones». El sistema se supone integrado por un conjunto de elementos interrelacionados: academia, industria, administraciones, etc. Por otra parte, el profesor Charles Edquist, en un estudio comparado de los países de la Unión Europea, encuentra que la mayor parte declaran contar con políticas sistémicas, pero muy pocos escapan en la práctica de la linealidad patente en España en el término I+D+i. En lo positivo, la visión de sistema constituye un paso adelante que, frente a la ortodoxia de los ‘fallos de mercado’, encuentra también ‘fallos de sistema’ que justifican la intervención pública.
Al otro lado del Atlántico, Michel Porter, reconocido este mes como el pensador del mundo más influyente en gestión por Thinkers 50, codificó el concepto de ‘clúster’ en los 90 como concentración geográficamente próxima de industrias y entidades especializadas en un sector determinado. Sin embargo, esta visión, tan influyente en muchos gobiernos, incluyendo el País Vasco y Cataluña, no predice cómo surgen nuevos sectores en lugares donde no existe tradición (biotec en Silicon Valley y no en Boston, por ejemplo) o cómo algunos países como Corea o Taiwán han podido situarse tan rápido en el mapa global de innovación. Ésta es la crítica del profesor Jerome Engel en su libro Global Clusters of Innovation, que recomienda una política basada más en ‘comportamientos’ que en los ingredientes, porque son los valores y los procesos quienes marcan el rumbo ciertamente de las personas y, por extensión, de las instituciones.
Frente a los sistemas como un conjunto de elementos conectados a través de I+D colaborativa o ‘colaboración institucional’, se habla cada vez más de ‘ecosistemas’. ¿Cuáles son las coincidencias entre ambas visiones? Ciertamente el énfasis en las conexiones. ¿Y las diferencias? La naturaleza de las mismas en objeto, sujeto y verbo. Mientras que la unidad de análisis más extendida para los sistemas es nacional, el enfoque de los ecosistemas es local, si bien los llamados ‘sistemas regionales’ vengan a darse la mano en ambas aproximaciones. El sujeto en los primeros se centra más en las instituciones frente a las personas como creadores de ‘sinapsis’ en la dinámica de los ecosistemas. En cuanto a los verbos, si la acción de las políticas públicas ha venido centrándose en ‘financiar y coordinar’, la labor de las agencias de innovación schumpeterianas del siglo XXI será ‘facilitar y orquestar’. De vuelta a Europa y España, los fondos estructurales y estrategias de especialización regionales representan una gran oportunidad si se evita la tentación de poner el vino viejo en nuevas botellas. Porque la revolución pendiente en innovación y emprendimiento tiene más que ver con las voluntades y la mentalidad que con la tecnología o los laboratorios.